Hay una niña que trabaja para un hombre
que toca el acordeón en un puente.
Los transeúntes: tres ancianas sordas
y quizás un poco ciegas,
por lo cual el acordeón y la niña
se vuelven inexistentes.
Los transeúntes somos yo y los que iban adelante
las que de mí siguen
los de mañana
las de los días de antes.
La niña y el acordeón una y otra vez
son y han sido inexistentes
y lo serán y parecen serlo tantos
que en esta ciudad
el nombre de la gente es sólo ese.
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