12.5.07
Las cosencuencias de organizar el rally del conejo (48 hrs. despiertos)
-No, recuerdo, no me muerdas que me duele, en la cima de los hombros tengo todavía marcados los filos alineados de tus dientes-.
Son las cuatro diez de la madrugada. Alberto sale del cuarto con el sleeping arrastrando; canta una canción que dice algo, algo, algo que no entiendo. En el cerro se hace eco. Son las cuatro diez de la madrugada y el tipo que intenta dormirse en el sillón de enfrente se revuelve varias veces. Una actriz a media hora de aquí se accidenta con una arma blanca. Un teléfono suena. Mi celular vibra; Carlos me pregunta si necesito compañía. Se va Carranza. El saldo se me acaba.
-No, recuerdo, no me muerdas que me duele, en la cima de los hombros tengo todavía marcados los filos alineados de tus dientes-.
Regresa Alberto. Si no hubiera pasado con él las últimas ocho horas juraría que sigue ebrio. Son las cuatro veinte de la mañana. El kit de emergencia que no llega, nada más no llega. Sudo. Pesadillo que se me caen los dientes. Alucino. Mi celular suena. Alguien dice que si estoy bien. Y cómo voy a estar bien. Son las cuatro treinta y un conejo con smoking me salta en la cabeza. Cómo voy a estar bien. Se desangra a media hora de aquí y no tenemos kit de emergencia. Todo oscuro. Alberto se duerme. Se durmió hace cinco minutos el tipo de enfrente. Sólo yo sigo aquí, al pendiente.
-No, recuerdo...
*Una disculpa, de verdad eran las cuatro diez de la mañana. Cuando descanso no soy tan mala cronista, además que nadie lee este blog y era un flujo de conciencia. Aún así, disculpas.
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