24.8.08

A veces puede encontrarse uno sin palabras o sordo, no dar testimonio. Pueden haberle arrancado los nervios el tiempo y el peligro y no reconocerse, ni en el espejo ni el otro. Y entonces acordarse del polvo, de los roedores que remodelan y reducen cierto órgano importante. Es un virus. Encontrarse silencioso porque no sobró más tiempo que el estricto, hipnotizarse con las gotas que levanta el agua, perder el hilo, parecer un loco. Evitar palabras que sonaban importantes, que evocarían momentos en la memoria cruel del otro, mencionarlo hasta que deje un mal sabor de boca, desprenderlo del cuerpo enfermo del pasado. Es sí como uno se encuentra solo, abrazando atuendos negros sin saber la fecha ni la hora, con la sexta lata entre las manos. Es así como despierta a la mitad de una secuencia que no estaba planeada pero sale en la película convirtiéndola en obra maestra. Es así como se mira entra la gente, escudriñando hombros, espaldas, bocas y no dar con la cara indicada. Es así como uno, definitivamente, se marcha.

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